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letzte Änderung:03.01.2011
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Factores económicos de los conflictos y de la violencia

La economía de los conflictos armados

Las economías que sostienen, si no es que incluso causan conflictos armados actuales, han pasado a ser un objeto central de investigación en años recientes. Multiplicadores importantes en este debate que evoluciona han sido los estudios macro cuantitativos de Paul Collier, un economista de alto rango en el Banco Mundial, y un libro amplio, Economie des guerres civiles (Hachette, Paris, 1996), editado por François Jean y Jean-Christophe Rufin, dos investigadores franceses con antecedentes en labores humanitarias.

Pese a diferencias de enfoque metodológico, los diversos autores en este campo de investigación coinciden unánimemente en referir transacciones económicas ilegales de algún tipo como la característica omnipresente de las formas actuales de conflictos armados. Estas transacciones enlazan las guerras actuales con la economía global. Aunque a menudo las pistas económicas y financieras tienen su inicio en las esferas de la economía irregular, aparecen sólo en etapas posteriores en la economía regular. Sin embargo, estas guerras no serían sustentables sin colaboración económica externa, sea ésta legal o ilegal, muy aparte de que el enfoque en los medios masivos de comunicación esté regularmente dominado por discursos que giran en torno a identidades, o de conflictos religiosos o étnicos.

Estos discursos ideológicos a su vez son identificados como estímulo mayor --cuando no el dominante-- en las estrategias de resolución violenta de conflictos, que conducen a guerras internas. Desgraciadamente, en la arena internacional también, esta óptica guía a menudo las reacciones políticas frente a la violencia armada que está ocurriendo. Sin embargo, el reconocimiento de las configuraciones económicas subyacentes, vinculadas necesariamente a la economía global, obligaría a un re pensar radical de las maneras cómo la comunidad internacional debiera reaccionar ante países que se involucran en conflictos armados.

En esta nota de investigación será argumentado que los actuales enfoques predominantes de los actores mayores dentro del sistema internacional frente a conflictos que están ocurriendo deberán cambiar profundamente, para que las políticas de prevención y resolución de conflictos sean efectivas.

La conceptualización de conflictos armados como manifestaciones de procesos económicos debilita muchas explicaciones de sesgo idiosincrático, que a menudo dominan la retórica enunciada por actores involucrados ellos mismos en conflictos violentos. El enfoque sobre los procesos económicos provee una herramienta analítica que permite descifrar la lógica de atrocidades y violencia aparentemente irracionales, desenmascarándola como estrategia de dominación económica, donde el mercado es remplazado por la violencia o la amenaza de ésta.

En el proceso de guerras internas la lógica económica inherente convierte a menudo el acto de librar la guerra en un "modo de producción" que se auto perpetúa. Bajo tales circunstancias la tarea de construir la paz se vuelve también extremadamente difícil, porque las partes en guerra han aprendido desde mucho tiempo atrás a perseguir sus intereses al nivel de su presentación en los medios masivos de comunicación, y a adecuar correspondientemente su estrategia de combate. En algunos casos los actos de guerra se asemejan a escenificaciones con el fin de extraer apoyo de actores internacionales. Mirando en retrospectiva, ha resultado evidente que el guión de la guerra en Bosnia estuvo lleno de eventos escenificados, al tiempo que las partes en conflicto habían contratado agencias de relaciones públicas con sede en Londres, con el propósito de influir favorablemente sobre la opinión pública mundial. La lectura de la lógica subyacente se complica aun más por el hecho de que la violencia no solamente es orquestada para excluir al "enemigo" del acceso a los recursos, sino que también sirve para apuntalar el control absoluto que los respectivos trapicheros y empresarios de la política tienen sobre "su" grupo. En la Bosnia posterior al acuerdo de Dayton, este esquema condujo a una sociedad fragmentada, dominada por el crimen organizado, que nutrió deliberadamente la retórica de identidad étnica o religiosa como cobertura. Los empresarios de la política en la ex Yugoslavia, quienes impusieron la confrontación de identidades culturales como medio para ganar o permanecer en el poder, fueron certificados por el acuerdo de Dayton, y han consolidado su posición, a pesar de la presencia de la administración de las Naciones Unidas.

Si bien el argumento elaborado en este texto no es que los conflictos armados sean eventos monocausales, la dimensión económica es de importancia singular porque ofrece posibilidades --hasta la fecha no aprovechadas-- de análisis, con apalancamiento desde fuera. También pone de relieve estructuras de apoyo tácito, si bien no siempre intencionado, a través de redes económicas globales, que operan dentro del dominio político de los países industrializados.

Globalización y polarización social

Los reportes sociales de varias agencias internacionales que abanderan el estandarte neoliberal, como el Banco Mundial y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, cuya tarea declarada es contribuir a la regulación de la globalización económica, no pueden ocultar que actualmente en grandes zonas del mundo la globalización está caracterizada simultáneamente por crecimiento económico y colapso del Estado, conjuntamente con polarización social dentro de las sociedades, así como entre Estados y regiones enteras. En una situación de tensión tal, comienzan a conformarse conflictos armados y zonas de violencia generalizada. Esta dinámica a su vez se irradia y penetra en el entrelazado mercado negro global, en la medida en que actores violentos buscan reabastecer sus arsenales y, lo más importante, lavar sus ingresos.

Desde hace mucho tiempo ha sido materia de controversia dentro de las ciencias sociales si la escalada de conflictos hasta convertirse en guerras sociales internas es atribuible a las desigualdades y agravios sociales, o a la avaricia de un puñado de actores. La respuesta a esta cuestión determina qué medidas pudiera adoptar razonablemente la comunidad internacional y, en particular, las organizaciones de desarrollo y asistencia individualmente, con el fin de contrarrestar proactivamente todas las formas de violencia armada. La desigualdad social y la avaricia no son, por supuesto, factores causales mutuamente excluyentes. Pero sobre la base de nuestro conocimiento actual, pareciera ser la avaricia de unos pocos actores la que pareciera ser la fuerza que propulsa muchas guerras internas. Lo que fomenta las economías de mercado negro, donde el intercambio económico es regulado en última instancia por el recurso a la violencia, no es la pobreza absoluta, sino la competencia agresiva por recursos comercializables internacionalmente, y la perspectiva de obtener ganancias jugosas, aunque ilegales.

En una situación social de pobreza absoluta, los actores disponen de sólo mínimas oportunidades para adquirir los instrumentos que necesitarían para imponer por la fuerza una redistribución de ingresos y de oportunidades. No tienen suficientes ingresos para una inversión tan estratégica, y sus actividades a escala muy pequeña en los mercados informales tampoco generan suficientes cantidades de divisas fuertes necesarias para poder armarse. Si un miembro de los más pobres entre los pobres dentro de una sociedad puede ser identificado como un actor armado en conflictos sociales internos, la interrogante obvia a ser planteada es, ¿quién invirtió en este actor? o, ¿a quién le sirve armar a un individuo tal, como medio para alcanzar un fin? Los niños soldados son un caso en cuestión. Tiene que existir un empresario detrás, quien invierte sus dólares en la adquisición de armas automáticas de fuego, que son comercializadas solamente a cambio de divisas fuertes convertibles, y quien arma a los niños soldados. Sólo comprenderemos escenarios tan atroces si podemos diseñar un modelo simulador, que nos muestre por qué esta inversión particular le pareció al empresario respectivo como su rational choice, su decisión racional de inversión.

Si estas zonas de problemas se confrontaran con una economía global legalmente operante e impermeable, los operadores-empresarios criminales no tendrían ninguna posibilidad de éxito, ninguna posibilidad de ganar en divisas fuertes, y a su vez actuar como compradores en los mercados de armas de fuego de pequeño calibre para reabastecer conflictos armados. De hecho, sin embargo, la globalización está constituida por tres esferas interconectadas que facilitan una amplia gama de transacciones desreguladas:

La economía normal, legalmente operante: Esta es la única entidad considerada en el estudio de la economía nacional (los términos alemanes tradicionales son Nationalökonomie o Volkswirtschaft). Es solamente en esta esfera donde son recabados los impuestos, y son los impuestos --lo que en ningún momento debe ser olvidado— los que constituyen la base para la condición de Estado. La doctrina neoliberal ha transformado a la economía nacional en un mercado financiero global que ya comienza, a su vez, a socavar las economías nacionales y las sociedades ancladas en el Estado.

La economía informal: Este es el espacio donde la mayoría de la población mundial organiza su sobrevivencia, y esta mayoría vive en un estado de inseguridad física y legal constante. El monopolio del Estado sobre el uso legítimo de la fuerza no le ofrece ninguna protección. La seguridad tiene que ser organizada sobre una base privada, frecuentemente en contra de funcionarios gubernamentales corruptos. El monopolio de la fuerza es usurpado por fuerzas criminales a los niveles locales. La economía informal, en la figura de la migración económica y de migración con el propósito de sobrevivencia (refugiados), está mostrando ser uno de los factores más dinámicos dentro del actual proceso de globalización. La migración está operando en una escala enorme en las zonas obscuras de todas las sociedades, y ha creado mercados laborales que son ilegales, pero que se han vuelto un segmento indispensable en la sociedad receptora.

La economía abiertamente criminal: La economía abiertamente criminal puede ser descrita como un número desconocido de redes más bien flexibles sustentadas en la violencia, que operan globalmente. Estas redes están constantemente extendiéndose parasíticamente hasta el interior de la economía normal, y están extorsionando dinero de protección en la economía informal, entre otros. Las drogas son quizás la principal fuerza propulsora de la dinámica de la construcción redes en la esfera criminal. Expertos calculan que el producto anual bruto "criminal" es de al menos 1500 millardos de dólares. Los mercados financieros difusos proveen el medio operativo para las actividades de la economía criminal, donde sus actores buscan, como último fin, el lavado de sus ganancias no legales.

La economía global actual puede ser esquematizada como un proceso espiral ascendente que abraza a la globalización neoliberal; esta conduce a la fragmentación social y a la polarización, que a su vez conducen a la globalización de la esfera informal y de la criminal, que llamaré conjuntamente la "globalización sombra". Los conflictos armados internos se articulan en este entorno y muestran las características económicas observadas, es decir, el involucramiento necesario en la economía sombra global. Pero la interconectividad de la economía sombra global no está limitada a los países que sufren conflictos armados en su propio territorio. En muchos otros países prevalecen también esferas que no son de la economía regular, sin que por eso emerjan conflictos armados.

Violencia y regulación económica

Como un paso más en el análisis, con base en evidencia de un gran número de países, propongo expandir el análisis de la violencia en la sociedad para incluir también formas de violencia armada que no son calificadas de guerra interna. Uno podría describir la transformación de la organización y de las formas de violencia armada, como una que transita de confrontaciones de tipo bélico hacia manifestaciones aparentemente difusas de violencia, consecuencia de la fragmentación social y de la polarización, que abren espacios para imposiciones sustentadas en la violencia ejercidas por actores criminales. Las tasas de homicidios resultantes exceden a menudo las tablas de cifras de bajas en "guerras". Los índices de homicidio post conflicto armado en El Salvador serían un caso ejemplar.

La conceptualización de la violencia armada dentro de un marco más amplio es una precondición para la elaboración de políticas que aspiren a reducir el espeluznante número de bajas relacionado con una u otra forma de "regulación económica", ya sea que las bajas ocurran dentro del contexto de una guerra o de un Estado fracasado. Sugiero que nuestra perspectiva Estado-céntrica, permanentemente reforzada por literatura redundante sobre el paradigma de la "paz democrática", nos impide explicar la transformación en marcha de las formas de violencia y, aun más importante, la naturaleza de la territorialidad de los conflictos.

La guerra, como ha sido definida hasta la fecha, posiblemente esté siendo remplazada por actos más precisos y descentralizados de violencia. Para poder iniciar este debate quisiera atraer la atención al hecho de que la reciente transformación de regímenes políticos hacia la democracia parece estar asociada con incrementos dramáticos en homicidios. El contexto es similar en todos los casos. El paradigma del globalismo neoliberal delimita las estrategias de desarrollo económico que pueden ser seguidas por los gobiernos. Los nuevos regímenes democráticos regularmente no logran reducir la fragmentación y la polarización sociales. Brasil , Sudáfrica , Nigeria , Rusia , así como países post conflictos armados son casos de ejemplo. La duplicación de las tasas de homicidios, no oficialmente documentada en todos los casos, apunta en esta dirección. Estas situaciones fácilmente exceden las cifras de bajas en muchas guerras que perduran desde hace mucho tiempo. Colombia pareciera representar dos casos en uno: por muchos años ha perdurado la guerra interna, pero Colombia sigue siendo un país democrático, según estándares internacionalmente aceptados. Pero los homicidios no relacionados con la guerra interna son claramente la forma dominante de violencia. No puede haber duda de que estos índices espeluznantes de homicidio reflejan bajas relacionadas con el uso de armas de fuego.

La difusión omnipresente de armas de pequeño calibre y no la proliferación es instrumental en el surgimiento de violencia tan masiva. El grueso de esta violencia, aunque no su totalidad, representa "violencia reguladora". Esta es empleada para imponer transacciones financieras y económicas a distintos niveles, e incluye protección, robo y comercio ilegal. En lo que a esto se refiere, esta violencia aparentemente difusa se asemeja en muchas características a lo que ha sido identificado como "economías de guerra" en muchos conflictos actuales, pero con respecto a su territorialidad y perseverancia, esta violencia armada es distinta.

Mark Duffield ha introducido el concepto de network war, "guerra de sistema de red", Este paradigma apunta en una dirección que podría ser útil para entender la territorialidad distintiva de la violencia en casos tales como el de Sudáfrica y Brasil, donde la violencia regula grandes esferas de la economía, sin escalar hasta formas que clasificaríamos de guerra. La integración de network warfare, "librar la guerra en sistemas de red", en la representación esquemática del proceso actual de globalización, como está esbozado en este texto, posiblemente nos acerque a un entendimiento de la transformación de la violencia --entre otras funciones-- en una herramienta para la implementación de estrategias de regulación económica violenta, que compiten entre sí dentro de la economía sombra global, en un desplazamiento de la guerra hacia formas en apariencia caóticas. El creciente surgimiento de identidades transnacionales como resultado de la actual globalización sombra que fomenta a la migración, apunta hacia una desterritorialización de conflictos potenciales.

La conceptualización de la globalización como constituida por tres esferas dinámicamente interactuantes, antagónicas, pero a la vez simbióticas, o al menos interdependientes, nos permite entender el significado distinto que tiene territorialidad para cada uno de los sistemas de redes que constituyen las tres esferas. Como ya quedó explicado, las tres esferas pueden ser identificadas como la economía regular, la informal y la esfera criminal. Dentro del contexto del paradigma del globalismo neoliberal, actualmente dominante, las tres esferas pueden ser descritas como un entretejido de sistemas de redes interconectadas con alcance global. Es por esto que la aplicación de la violencia, o la amenaza de la misma, como un medio para imponer el interés económico de un sistema de red respectivo no crea un frente territorial. La necesidad de aplicar la "violencia reguladora" puede ocurrir en localidades geográficamente distintas. Una red de traficantes de drogas puede requerir la aplicación de "violencia reguladora" en cualquier eslabón de la cadena, desde la plantación hasta el consumidor, en cualquiera de los mercados alrededor del globo. Librar la guerra tradicional en torno al control territorial no reditúa para las redes globales que operan en la economía sombra. Defienden su espacio operacional que puede ser bastante flexible; con violencia precisa, e incluso con terror, si las circunstancias lo requieren. El espacio operacional es distinto del control territorial. Puede significar control territorial total, pero esto no es una condición necesaria. Generar un cierto nivel de inseguridad puede ya proporcionar un espacio operacional óptimo, porque cada red criminal depende de la disponibilidad de una esfera y de un sitio, que faciliten el intercambio simbiótico con la economía regular.

Una lógica similar posiblemente sea aplicable a los jugadores globales entre las corporaciones transnacionales. Requieren espacios operacionales seguros que a menudo son proporcionados por firmas de seguridad privadas en entornos por otra parte violentos. En algunos casos las corporaciones transnacionales contratan incluso a las fuerzas armadas para la protección especial de sus activos.

Como tendencia concomitante de fragmentación bajo el neoliberalismo global, la privatización de la seguridad fomenta la separación de esferas sociales. Es la respuesta a un penetrante --en algunos casos intencional-- debilitamiento del Estado, que no puede más seguir proveyendo seguridad como un bien público gratuito. La industria privada de seguridad es, a nivel global, uno de los sectores de más rápido crecimiento de la economía. Si la seguridad es transformada en una mercancía, seguirá una carrera de protección al interior de la sociedad, que continuamente va ampliando su radio territorial: esto fomenta aun más la fragmentación social, al crear periferias donde la gente carece de los recursos para adquirir su seguridad, y cae presa de rackets, negocios criminales, para su "protección".

Tales espacios emergen no solamente dentro del contexto de "Estados marchitantes". En espacios continuamente en expansión, el Estado abandona su papel de poseedor del monopolio de la violencia legítima. En su lugar, agentes privados proveen seguridad, ya sea por contrata o, como frecuentemente ocurre, le imponen "seguridad" a aquellos que no pueden adquirir seguridad en el mercado legal. Una fragmentación social surge tras los pasos del globalismo neoliberal, y un número cada vez mayor de territorios es controlado por hombres fuertes locales, quienes contienden por el monopolio de la violencia. Sin embargo, frecuentemente diferentes redes operan en el mismo territorio, lo que hace dichas constelaciones altamente inestables.

Es importante, empero, no enfocarse exclusivamente en los "Estados fracasados", o en el Tercer Mundo en general. Por implicación, no son solamente los Estados débiles o fracasados los que abarcan las grandes esferas económicas criminales e informales. También economías industriales grandes han asimilado grandes redes informales así como criminales. En Alemania la presencia de estas redes en gran medida invisibles, se refleja en los afiches que decoran las entradas a las oficinas de correos, que le informan a los actores invisibles en diez lenguas cuidadosamente seleccionadas, que "la caja fuerte no puede ser abierta por el personal". Ciertos servicios son un dominio de mano de obra ilegal calificada; por ejemplo, la atención a la salud en viviendas privadas. En España la prostitución genera aproximadamente 12 mil millones de euros al año; al menos dos terceras partes de la fuerza de trabajo en este sector están constituidas por inmigrantes ilegales de Europa central y oriental. Los economistas argumentan que durante el reciente auge en Estados Unidos, fue la disponibilidad de mano de obra ilegal, casi ilimitada, la que retrasó significativamente las presiones inflacionarias. Estos ejemplos deberán ser suficientes para justificar un estudio sistemático de las dinámicas globales de la economía sombra, que es el espejo de la configuración actual del globalismo neoliberal en la economía regular.

En muchos países que transitan actualmente por una transformación sistémica, y también en un buen número de países en desarrollo, la economía es dominada por el sector informal y por actores criminales. Esto va de la mano con la implosión de las estructuras del Estado. Aquellos quienes forman parte del aparato estatal se convierten en salteadores de caminos contra la sociedad civil. Su avaricia sofoca cualquier iniciativa emprendedora en la economía por parte de la población para organizar su sobrevivencia. Si una sociedad se ha metido en una situación donde la fachada de la autoridad estatal, apropiada por las fuerzas de la criminalidad, y los protagonistas de esa autoridad producen un sentimiento generalizado de inseguridad, entonces los sistemas reguladores de la sociedad civil se disuelven y son remplazados por estructuras basadas en la auto-defensa. Identidades militantes rivales se conforman, en su mayoría basadas en la noción de la exclusión de los otros.

La huida en masa y la emigración --generalmente de los individuos más productivos-- son la regla en tales situaciones, lo que obscurece aun más las posibilidades de superar un proceso omni abarcante de informalización y criminalización de la actividad económica. Las diásporas que con rapidez se conforman tras las crisis, y que viven inicial y primordialmente en condiciones ilegales, aseguran la sobrevivencia en las regiones en crisis al proporcionar apoyo para quienes se quedaron atrás. Ejemplos de esto son el Líbano (todos los grupos), el Kosovo (albanios), Sri Lanka (tamiles), Chechenia (chechenos). Simultáneamente, sin embargo, las diásporas proveen una infraestructura para transacciones ilegales lucrativas de todo tipo. Son las diásporas las que regularmente llenan los cofres de guerra en casos de conflicto armado. Este es el caso, por ejemplo, en Irlanda del Norte (católicos) y en Nagorno Karabaj (armenios).

En todo el mundo las crisis y guerras civiles han conducido a la formación de redes de recursos humanos transnacionales, algunas de las cuales ya han alcanzado dimensión mundial. En cada caso, solamente una pequeña élite logra obtener estatus legal en las diásporas. El número total de las personas involucradas es difícil de calcular. El Alto Comisionado de la Naciones Unidas para Refugiados (ACNUR) calcula la cifra total de personas desplazadas y refugiadas en aproximadamente 50 millones. Pero el número de personas viviendo ilegalmente en países extranjeros, con la esperanza de asegurarse su sobrevivencia o una vida mejor, es mucho mayor que eso. El total muy probablemente alcanza varios cientos de millones. Estas personas constituyen un importante recurso chantajeable para administrar las esferas gris y criminal del proceso de globalización; esferas que desde hace mucho dejaron de estar confinadas solamente al tráfico de drogas o de seres humanos. Incluso en Estados gobernados bajo el imperio de la ley, esas personas a menudo viven en las sombras, fuera del ámbito de la ley. En la mayoría de los casos, su existencia precaria está dominada por jerarquías sustentadas en la violencia. El monopolio de la fuerza por el Estado, que opera en el país anfitrión, no tiene ningún impacto sobre su esfera de existencia. Económicamente, forman una parte sólida de la economía nacional relevante, pero están excluidos de la participación política.

Ya sean ghettos de minorías socialmente dependientes en las metrópolis de las naciones industriales, o las enormes zonas sumergidas en la pobreza que rodean cada gran ciudad en el Tercer Mundo, o centros industriales abandonados en la ex Unión Soviética, la experiencia que los habitantes de estos lugares tienen de la autoridad estatal es esencialmente la de vivir en un Estado colapsado. En estos "exclaves del apartheid social y económico", se conforman estructuras sociales paralelas. El monopolio de la fuerza es detentado por bandas organizadas territorialmente que, al igual que un Estado nacional, resuelven conflictos fronterizos con la fuerza armada. El pago de protección remplaza a los impuestos. La gente quien vive en circunstancias tan precarias es un recurso para --entre otros-- el tráfico de drogas y de armas, así como de otras actividades riesgosas que están en demanda en la economía del mercado negro. Quienquiera que sea pobre no tiene alternativa y acepta los riesgos de participar en la economía criminal.

Apartheid intergeneracional

Como si todo no fuera ya suficientemente grave, la actual globalización produce una fragmentación social que he denominado "el apartheid intergeneracional". La época que vivimos probablemente sea descrita en un futuro, en retrospectiva histórica, como una era de desempleo juvenil masivo. El (des)orden económico que actualmente se desdobla acorde con el paradigma neoliberal no tiene nada que ofrecer a la mayoría de la gente joven del mundo cuando ésta alcance la edad laboral. No hay tarea para ella, sea en nuestra economía "regular" actual o en las estructuras rurales tradicionales. Éstas últimas están en proceso de desintegrarse en todo el mundo. El sector moderno no puede absorber como la fuerza laboral a las generaciones que ahora apenas están creciendo y a las venideras. Es parte de la lógica de la competencia global el que métodos de producción intensivos de capital y estrategias de mercadotecnia sean las que al final triunfen sobre los mercados.

En todo el mundo una gran parte de la generación venidera de trabajadores está siendo empujada de esta manera hacia esa tierra de nadie que son las economías informales, y se está convirtiendo así mismo en un recurso inagotable para cualquier y todo tipo de criminal (económico). Un ejemplo claro de este dilema es proporcionado por la presente situación en Argelia. La sociedad argelina está, como muchas sociedades en el Tercer Mundo, conformada por una población muy joven. Aproximadamente la mitad de la población es menor de 15 años. Se calcula que aproximadamente el 60 por ciento de quienes buscan ingresar al mercado laboral por primera vez sigue desempleado. No hay perspectiva de mejoría alguna. La gente joven en cuestión (masculina) es conocida como hitistes (aquellos quienes apuntalan/se recargan contra la pared). Siempre están en búsqueda de una oportunidad para hacer un buen negocio en el circuito trabendo --contrabando casual, generalmente con Francia-- o para enaltecer su identidad y, con esto, su existencia por algún otro medio, generalmente dentro de la zona gris de la economía informal, o a través de servicios a círculos criminales. Durante su vida es poco probable que el globalismo neoliberal, por muchas que sean sus perspectivas de crecimiento, les pueda proveer un lugar de trabajo en la economía regular. Y de manera creciente, la gente joven en diversos países entiende su situación.

En muchos países, más de la mitad de toda la gente joven pertenece a este grupo excluido. En situaciones como estas, desprovistas de cualquier perspectiva, disponer de instrumentos de fuerza como, por ejemplo, un rifle automático, se convierte en una proposición extremadamente atractiva. Con un arma en la mano, por primera vez en su vida un joven tiene la experiencia de ser respetado por otros, aunque el sentimiento en cuestión no sea sino puro terror de parte de la persona bajo amenaza. La fuerza ejercida a través de un rifle automático se convierte en el medio para resistir la exclusión social. La fuerza promete acceso al mundo del consumo masivo industrial, al cual hay una exposición constante a través de los medios de comunicación masiva, hasta en los rincones más remotos del mundo.

Después de que los así llamados movimientos de liberación llegaran a su fin y después de la casi total desaparición de las concomitantes ideas utópicas de equidad social, son ahora casi exclusivamente varones jóvenes quienes figuran como protagonistas violentos en conflictos armados y en violencia armada. Esto se debe probablemente en parte al hecho de que la modernización económica trae consigo una devaluación radical de aquellos roles en el proceso de producción, que previamente habían sido asignados exclusivamente a hombres. Como reacción a esto, y en ausencia de alternativas económicas y culturalmente emancipatorias, la identidad masculina es percibida en términos de actos de violencia, que dan un sentimiento de superioridad y autonomía. La posición perdida en el proceso productivo es remplazada por la producción social de la violencia. Esta lógica también es reflejada por los índices de delitos en los países desarrollados y de su población encarcelada, donde varones jóvenes que pertenecen a una minoría discriminada constituyen a su vez la mayoría. Delitos que involucran armas de fuego son abrumadoramente el coto de varones jóvenes.

Los operadores-empresarios políticos con intereses económicos criminales, quienes operan en escenarios de guerra civil, hacen uso cínico del impulso casi instintivo de varones jóvenes de tomar las armas para defenderse de ser excluidos de la esfera legal de producción y de la sociedad. Por lo tanto, en el fondo, el fenómeno del niño soldado en el Tercer Mundo tiene más en común con las bandas de jóvenes en los Estados altamente industrializados, de lo que sugeriría la discusión, generalmente llevada por separado, de estas dos patologías sociales.

Las guerras civiles sin fin y la omnipresente "violencia reguladora" en otras partes son propulsadas, entre otras cosas, por la exclusión total de las generaciones que apenas están creciendo dentro del contexto del colapso del Estado y de cualesquiera que sean las catástrofes económicas que subyazcan a cada situación en particular. La mejor forma en que varones jóvenes pueden participar en la sociedad es como "soldados". Es más, sus posibilidades de sobrevivencia son probablemente mucho mayores así, que en el caos de las sociedades civiles paralizadas por guerra. Laborar como "soldado" es por lo tanto no solamente altamente atractivo para varones jóvenes sin raíces, sino que, dicho en la jerga de la economía moderna, también es la rational choice, la "decisión racional".

Comentarios finales

El texto refleja una investigación en marcha. Comencé identificando características generales observadas dentro del contexto de economías de guerra. Estas características fueron modeladas como parte del proceso de globalización que yo estilizo en tres esferas interactuantes, antagónicas y a la vez simbióticas. Sin embargo, al someter los resultados a prueba resultó que las características económicas identificadas dentro del contexto de las economías de guerra también estaban presentes en muchos países no afectados por conflictos armados. Esto no fue del todo sorprendente debido a que cada transacción ilegal engarzada para generar divisas fuertes convertibles (p. ej. dólares), está encaminada a penetrar los mercados globales fuera de la región en conflicto, ya sea directamente o vía una cadena de comerciantes "grises". Al mismo tiempo, las estadísticas sobre el crimen, así como otras informaciones, sugieren que será posible diagnosticar un incremento dramático en homicidios en países caracterizados por sectores económicos criminales e informales extensos. Actualmente estoy involucrado en la búsqueda de datos confiables para validar esta correlación. No es una tarea fácil y requerirá todavía algún tiempo.

Aunque la correlación entre la economía sombra y el crimen violento me llevó a plantear hipótesis acerca de que la predominante fragmentación y polarización sociales, que se van desarrollando tras los pasos del globalismo neoliberal representado por el así llamado Consenso de Washington, se manifiestan en formas muy variadas de "violencia reguladora". Esta última está desplazando al mercado como mecanismo regulador, debido a que los Estados débiles y "fracasados" ya no pueden proteger más a los mercados bajo el amparo de la ley, como mecanismo de regulación económica. Así, el conflicto armado es solamente la punta del iceberg de la "violencia reguladora". El estudio de la globalización como un sistema de redes interactuantes entre sí dentro del conjunto de las tres esferas, conduce a la hipótesis de que la "violencia reguladora", empleada para proteger el funcionamiento de las redes económicas sombra, tanto internamente como frente a sistemas de redes competidores, requiere de actos de violencia en localidades geográficas distantes entre sí, que pertenecen al espacio operativo de los sistemas de red respectivos. De esto se desprende, al menos como tendencia, que podríamos esperar una desterritorialización de la "violencia reguladora"; en otras palabras, la violencia social en la forma de guerra interna con frentes geográficos tradicionales probablemente será remplazada por niveles, en apariencia caóticos, pero crecientes, de "violencia reguladora", que deberá ser medible a partir de las tasas crecientes de delitos y homicidio.

La dinámica de la globalización sombra es auto perpetuante, porque la reproducción del Estado depende de los impuestos, que sólo pueden ser extraídos de la economía regular. Para poder identificar países donde las esferas criminal e informal dominan de hecho las actividades económicas, es importante mirar las tendencias en la recaudación de impuestos. Porque sin impuestos no hay un Estado contable, en vez, hay solamente trapicheros políticos, quienes se han apropiado del Estado con el propósito de dedicarse a sus negocios en la economía irregular.

En virtud de que esta nota refleja investigación en marcha e inconclusa, pido disculpas por la explicación no muy precisa de mis ideas exploratorias acerca de la dirección actual de la globalización. Más adelante haré disponible una versión más elaborada de mi investigación en mi sitio web: www.Peter-Lock.de

Traducción: Stephen A. Hasam